El recorrido de unos 36 km es difícil, por su longitud y continuas subidas y bajadas, se aconseja subdividir la etapa, parándose en las paradas intermedias. A lo largo de este camino San Francisco se proclamó “heraldo del Gran Rey” frente a los salteadores que le pegaron. Llegó a un monasterio (Abadía de Vallingegno), donde fue acogido con renuencia y puesto a trabajar de pinche en la cocina. San Francisco igual que el peregrino ha afrontado numerosos retos y dificultades, pero son estas las que hacen el camino único para quien decide seguir sus pasos. El primer tramo en subida de Gubbio es sobre asfalto y hay que prestar atención. Se prosigue luego por un camino sin asfaltar y una vez alcanzada la cima, merece la pena darse la vuelta para decir adiós a Gubbio. Se prosigue adentrándose entre el valle del río Chiascio y los castillos sobre las pendientes. A lo lejos, en los días límpidos, se puede ver la molde del monte Subasio. Se llega a la iglesia delle Ripe o Madonna delle Grazie, uno de los lugares más dulces de la Vía, donde se conservan las memorias del paso de los peregrinos. Párese aquí y medite. A continuación, se inicia a subir en medio de los bosques de coníferas para llegar a la ermita de San Pedro en Vigneto: en el interior hay una fuente de agua. Después de una bajada, se vuelve a subir hacia la iglesia de Caprignone, que también es un fresco punto de parada. Se retoma la subida, difícil, hasta el castillo de Biscina, último punto donde abastecerse de agua. Desde aquí en adelante es casi todo bajada hasta Valfabbrica. Este último tramo es sobre asfalto y bajo el sol, recuerde siempre la gorra y provisión de agua. No debe dejar de visitar la Pieve franciscana de Coccorano. La espera casi ha terminado y Valfabbrica es un franciscano Monte do Gozo, donde meditar sobre el camino que terminará en Asís, delante de la tumba de Francisco.